sábado, marzo 15, 2008


Eran grises como las olas que tantas veces él había contemplado en la muralla de aquel paseo, aquellos ojos eran del mismo color que en los que él se había sumergido muchas noches con la inexperiencia de unos labios sin estrenar. El viento jugaba con estos como un día hizo con los bucles que enmarcaban el rostro que había quedado grabado en su mente con el fuego de aquellas miradas encendidas.Y la caricia de la seda sobre sus caderas al caminar se parecía demasiado a como resbalaban sus manos por aquellas otras cuando rodaban sobre él en busca de placeres recién aparecidos.Y él era tan parecido al que un día huyó de la sirena de aquel mar para volver a puerto seguro y ella y era la misma que regaló su corazón al pirata que se aventuró a recalar en su playa para no partir

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